MUNDIAL ESPAÑA´82, MUNDIAL ESPAÑA´82

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robertomas
view post Posted on 18/5/2009, 13:56 by: robertomas




Italia 1982

De cara al Mundial que debía disputarse en España en 1982, la FIFA había tomado una importante y acertada decisión: ampliar a 24 el número de equipos participantes, abriendo así el gran escaparate mundialista y tratando de trascender de este modo el clásico enfrentamiento entre Europa y América del Sur. Destacó la evolución del fútbol africano, que sorprendió con la victoria de Argelia ante Alemania Federal por 2-1 y el buen papel de Camerún, a quien Italia sólo pudo eliminar de la primera fase por haber metido un gol más que los leones indomables.

También se estrenó sistema de competición, adaptado al nuevo número de selecciones. Seis grupos de cuatro equipos para empezar, cuyos campeones y subcampeones jugaban una segunda ronda de gran intensidad distribuidos en cuatro grupos de tres equipos. Los líderes de la segunda fase se enfrentaban en semifinales. Aunque el cambio fue en general positivo y se vieron grandes partidos en la ronda decisiva, cuatro años después volvería a modificarse el sistema, seguramente para mejor. A título anecdótico, señalar que en este campeonato Hungría consiguió el record de goles en un sólo partido, al vencer 10-1 a El Salvador en la primera fase.

A pesar de los esfuerzos de la FIFA por globalizar el fútbol, la final que se disputó en el Estadio Santiago Bernabéu el 11 de Julio de 1982 tuvo como protagonistas a las dos potencias europeas por antonomasia, Italia y Alemania Federal. Como había ocurrido en México doce años antes, los dos equipos que se enfrentaban en la final se jugaban ser tricampeones, y la final se presumía muy igualada.

El equipo italiano, entrenado por el veterano Enzo Bearzot, presentaba un once donde se explotaban al máximo las que han sido siempre las grandes virtudes del fútbol italiano: una defensa muy eficaz, liderada por el veterano y sobrio Dino Zoff y donde se complementaban el criterio de Scirea, la sobriedad de Bergomi (que disputaba el mundial con 18 años) y los marcajes implacables de Claudio Gentile, encargado de marcar la raya; un centro del campo fuerte y aguerrido pero no exento de clase, donde destacaban el gladiador Oriali, un llegador como Marco Tardelli y la clase de Bruno Conti, un estilete por la derecha; y en ataque, un clásico killer como Paolo Rossi, que tras un comienzo dubitativo había sido el hombre clave de la segunda fase, a la manera del Matador Kempes en el Mundial anterior. Ambos serían Pichichis.

Y es que antes de que a Paolo se le encendiese la luz, el juego de Italia había dejado mucho que desear. Encuadrado en un grupo a priori sencillo con Camerún, Perú y Polonia, el combinado azzurro no fue capaz de ganar ni un solo partido, aunque tampoco perdiese ninguno. Tres empates y un pobre bagaje de dos goles, el segundo de los cuales, obra de Graziani frente a los cameruneses, significó el pase a la siguiente ronda.

El segundo puesto de Italia en su grupo deparó en la segunda fase un enfrentamiento en la cumbre, pues los transalpinos debían jugarse la clasificación contra nada menos que Argentina y Brasil. En el primer partido los italianos consiguieron tumbar a los vigentes campeones por 2-1, en un encuentro que es recordado por un durísimo marcaje de Gentile a Maradona que seguramente resultó clave en el resultado final. Como quiera que Brasil venció posteriormente a Argentina por 3-1, el encuentro Brasil-Italia de Sarriá decidiría el semifinalista, y el empate favorecía a los cariocas.

Ese partido se encuentra sin ninguna duda entre los mejores jamás disputados, y ambos equipos tenían sin duda categoría y empaque de campeón. A todos los buenos aficionados apenó un poquito la eliminación de aquel maravilloso equipo brasileño, que había anotado diez goles en la primera fase y presumía de un inigualable centro del campo Falcao-Eder-Toninho Cerezo-Sócrates. Sin embargo, los errores defensivos y el ángel de Paolo Rossi, que anotó un hat-trick, condenaron a la canarinha. Los brasileños consiguieron empatar por dos veces, pero fueron definitivamente liquidados por el tercer tanto del gran Paolo, conseguido tras un córner a 15 minutos de la conclusión. Tras esta fase de extrema dificultad, la semifinal fue fácil para Italia, que doblegó a Polonia con dos nuevos goles del ariete de Prato. Los eslavos cerraban así la época más gloriosa de su fútbol.

El otro finalista, Alemania, había seguido una trayectoria similar a la italiana, creciendo durante el torneo. Seguramente el jugador más importante de los teutones fue su guardameta Harald Schumacher, ágil y de fuerte personalidad, un auténtico líder. Por delante de él, la selección que entrenaba Jupp Derwall se basaba en el fútbol fuerza que, combinado con las necesarias gotas de talento en los momentos precisos, ha llevado a la Mannschaft a sus númerosos éxitos. En el equipo destacaban el poderoso lateral derecho del Hamburgo Manfred Kaltz, dos incansables tragakilómetros en el medio como Stielike y Briegel, la clase de Rummenigge enlazando y el gol de Fischer y Pierre Littbarski, este último en el mejor momento de su carrera. Un equipo con mejor relación con la victoria que con el juego, como suele ocurrir con esta selección.

Tras el varapalo inicial ante Argelia del que ya hemos hablado, Alemania Federal se impuso a Chile y sus vecinos austriacos para acceder a la segunda fase. También les tocó un grupo muy fuerte, en el que comenzaron empatando con los ingleses para vencer y eliminar del torneo a España, que firmó la peor actuación de un anfitrión en la historia de los Mundiales. El empate entre ingleses e hispanos en el partido postrero dio el pase a semifinales a Alemania, donde esperaba la monumental selección francesa de Platini, Tigana, Giresse y compañía.

Este encuentro, disputado en el Sánchez Pizjuán, fue otro de esos partidos épicos que suelen protagonizar los alemanes, llenos de sufrimiento y lucha, agónicos, y donde la victoria final suele sonreírles en el último minuto. En este, por ejemplo, el tiempo reglamentario concluyó con empate a uno en el marcador, y siempre se recuerda la salvaje agresión de Schumacher a Battiston que el holandés Corver no sancionó. Francia parecía llegar más entera al añadido, y a los diez minutos ganaba por 3-1. Sin embargo, jamás se puede dar por muertos a los teutones, y en cuatro minutos Rummenigge y Fischer enviaban el partido a los penaltis, suerte en la que Alemania jamás ha perdido en una Copa del Mundo. El lanzamiento decisivo le correspondió al gigantón Hrubesch, que se llevó la glora del pase a la final.

Eran sin embargo los italianos los favoritos cuando el colegiado Coelho daba el pitido inicial. Quizá conscientes de ello, los alemanes salieron en tromba, tratando de intimidar, y a los cinco minutos ya habían gozado de dos ocasiones, por medio de Littbarski y Rummenigge. Poco después, se lesionó Graziani en un encontronazo con Dremmler, y en su lugar ingresó Sandro Altobelli en el rectángulo.

Tras el feroz comienzo teutón, transcurre un cuarto de hora sin demasiado fútbol, con mucho respeto entre ambos contendientes; sólo Conti caracolea en la derecha y busca los huecos con cierta insistencia. En una de sus incursiones, su marcador Briegel le derriba. El penalty es señalado por el árbitro brasileño, y Cabrini asume la tremenda responsabilidad; quizá superado por la magnitud del acontecimiento, puede que intimidado por los ojos febriles de Schumacher, la cuestión es que el lateral dispara fuera. Italia ha desperdiciado su primera gran ocasión de romper el partido. Sin demasiadas incidencias más se llega al descanso; de momento, la gran final está resultando decepcionante, y el miedo parece ser el denominador común de las dos escuadras.

El comienzo del segundo tiempo es más movido, y poco a poco Italia va imponiendo su fútbol de toque ante los tanques alemanes y acercándose a la portería de Schumacher, a pesar del titánico esfuerzo de Kaltz por sacar a su equipo de la cueva. Rozando el cuarto de hora, Tardelli bota en corto una falta en el ala diestra del ataque azzurri; el balón llega a Gentile, quien desde una atípica posición de interior derecho envía un centro llovido al corazón del área; la defensa alemana está descolocada, y por allí aparece la testa de Paolo Rossi para clavar la bola en la red, certificar su trofeo de máximo realizador y abrir el camino de Italia.

A partir de ese momento, Alemania estira sus líneas y empiezan a llover pelotazos en el área de Zoff, siempre bien resueltos por el cancerbero. Abundando en esta táctica, el fenomenal cabeceador Horst Hrubesch sustituye a un desdibujado Dremmler. Pero aunque Alemania aprieta, es Italia la que golpea de nuevo: tras una de las proverbiales subidas de Scirea, el balón pasa por Bergomi y Rossi, recorre la parte derecha del ataque azzurro, y acaba llegando a Tardelli, que aun encontrándose algo desequilibrado manda un zapatazo seco que se cuela junto al poste de Schumacher. Enloquece el Bernabéu, donde los tifosi son mayoría, y el primero de ellos el Presidente de la República Italiana, Sandro Pertini, que celebra los goles en el palco.
 
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