| Retomamos en la temporada 1976-77, que sería la de su explosión definitiva en la máxima competición continental, ya que tras una memorable campaña en la que fueron dejando por el camino sucesivamente a Austria de Viena, Torino, Brujas y Dinamo de Kiev, se plantaron en la final nada menos que ante el Liverpool de Kevin Keegan (que pocos meses más tarde se marcharía al Hamburgo), que precisamente los había sucedido como campeones de la Copa de la UEFA la temporada anterior y también peleaba por su primera Copa de Europa. Por aquel entonces el conjunto germano contaba con un auténtico equipazo, donde destacaban el inagotable capitán Berti Vögts, Rainer Bonhof, Uli Stielike (que tiempo después recalaría en el R.Madrid), Allan Simonsen (impresionante extremo danés que acabaría fichando por el Barça) y como punta de lanza el siempre temible Jupp Heynckes.
Pero el sueño murió cruelmente en su etapa final, ante unos reds a los que Bob Paisley guiaba a su primer título en un vibrante partido que solo pudo resolverse en los instantes finales. El Olímpico de Roma registraba un lleno espectacular para ver a los que seguramente eran los mejores equipos del continente en aquel momento. Pronto, Bonhof advirtió al Liverpool que venderían su piel muy cara con un remate seco desde la frontal que besó el poste, aunque serían los ingleses los que tomasen ventaja a los 28 minutos con una gran jugada culminada por Terry McDermott, que anotó el único tanto del primer tiempo. En el 2º periodo, Simonsen igualó la contienda con un zurdazo imparable a la escuadra del segundo palo en lo que parecía que supondría la gran remontada blanquinegra. Los siguientes minutos acarrearon varias ocasiones para los alemanes que únicamente su falta de acierto más las grandes intervenciones de Ray Clemence evitaron que tomasen ventaja en el marcador. Por ello, cumpliéndose uno de los axiomas más viejos del balompié, el Liverpool tomó ventaja de nuevo al cabecear Tommy Smith un córner lanzado al primer palo por Ray Kennedy. Se llevaban 65 minutos de juego por lo que aún había tiempo para empatar, pero los Dioses del Fútbol no querían que el conjunto teutón se hiciese con el gran trofeo, pues los reds anotarían el 3-1 definitivo al transformar el lateral Phil Neal un penalty cometido sobre Keegan tras una gran galopada de este hasta el corazón del área. Finalizaba así el sueño para los de Udo Lattek, que como consuelo lograron su 5ª Bundesliga (la última de su historia) y France Football premió a Allan Simonsen como Balón de Oro de aquel año
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