RIVER PLATE, RIVER PLATE

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robertomas
view post Posted on 25/5/2009, 07:35 by: robertomas




La Máquina y su 'reinvento'

Juan Baeza 27 de mayo de 2008 9 comentarios


Ayer llegaba a mis manos una sabrosa entrevista al grandísimo Alfredo di Stefano, concedida a la revista Futbol Life. El que para muchos ha sido el mejor futbolista de la historia, reflexionaba acerca del cuero y comentaba que si los ingleses habían inventado el deporte rey la delantera de River de principios de los cuarenta, conocida con el sobrenombre de La Maquina, lo había reinventado. Al leer esa ingeniosa frase me entraron ganas de hablar de ese inolvidable quinteto millonario que maravilló al mundo con una irresistible empatía. Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Angel Labruna y Félix Loustau, en los 18 partidos que jugaron juntos dieron una nueva dimensión al juego de la pelota. Las circuntancias impidieron que fueran más encuentros, pero durante los aproximadamente tres años que compartieron vestuario River fue un bello monstruo que abrasaba con su fútbol.

La Máquina supuso un punto de inflexión en el balompié, gracias en gran parte a sus dos entrenadores, porque aunque Carlos Paucelle fuera el que dirigiera al repoker de ases, el que le otorgó forma al sistema fue su antecesor Renato Cesarini. Ambos rompieron con lo conocido y dieron con un sistema netamente ofensivo. Paucelle decía que su equipo practicaba un ‘1-10’, lo que viene a ser un portero y diez jugadores de campo que tenían como única misión atacar. La Máquina revolucionó el fútbol porque se cargó el estatismo de la época. Cuando River salía al campo banalizaba la táctica imperante, sus atacantes se intercambiaban las posiciones, practicaban un continuo y exasperante rotar, todos atacaban y todos defendían, la fusión era plena y perfecta. El toque no cesaba, era infinito, se generaba en consecuencia un estilo elegante y cautivador que exasperaba a los contrarios. Ello explica que los cinco atacantes de La Máquina también fueran conocidos con el sobrenombre de Caballeros de la Angustia, dado que hastiaban a sus rivales, los hacían sufrir, haciéndoles entender que en cualquier momento les darían matarile. Lo que Alfonso Sastre relató en una de sus obras maestras, Escuadra hacia la Muerte, lo reflejaban estos criollos descarados e irreverentes.

Lo curioso es que La Máquina era heterogenea. El goleador era Labruna, posiblemente el mayor mito de River. Metió 292 tantos y ganó hasta nueve campeonatos en los 20 años que vistió la banda sangre. Los extremos eran para Muñoz y Lostau. El primero era más estiloso, derecho, llegaba con facilidad al fondo. Lostau por la zurda no tenía tanto desequilibrio pero su trabajo agotaba la vista. Por detrás de este trío teníamos a Perernera y Moreno. Perernera, un genio, el cerebro del equipo, el hilo conductor, el alquimista que decidía el camino hacia la victoria. Su disparo era titánico y preciso. La Máquina no fue tal hasta que Renato Cesarini le retrasó a la segunda línea del ataque. Sin duda, fue el primer gran enganche, un futbolista lleno de magia e inventiva, un hombre especial que marchó en 1947 por un traspaso desproporcionado a Atlanta para dar paso a su sustituto natural, Don Alfredo.

Por último, José Manuel Moreno, el segundo por la izquierda en la foto, tiene un post a parte. Está considerado como uno de los mejores diez jugadores de todos los tiempos en Sudamérica. En River se le considera como el mejor jugador de su historia. Lo que es seguro es que jamás nadie con más de ochenta kilos y un físico tan dispar del de un deportista de elite habrá jugado tan bien al balón. Su aspecto era más similar al de uno de esos gauchos pendencieros que tan bien describia Borges que al de un futbolista. En cierta medida eso era Moreno, un chaval criado en La Boca que triunfaba en Núñez, un bohemio que vivía la noche intensamente, asiduo de los cabarets y las copas. Su fútbol era acaparador, su desliegue descomunal, era como tener a un general en el campo, posiblemente uno de los jugadores más jerárquicos del pasado siglo. Llegaba desde atrás con una agresividad absoluta y con su polivalencia abarcaba toda la cancha. De hecho, comenzó en la zurda y terminó en la derecha. Todo lo que tenía de fuerza lo atesoraba de clase, era un genuino jugador que embaucaba, quizás el gran símbolo de ese ataque, por ser el más versatil de los cinco, con su figura de galán y no de artista de la hierba.

La Máquina ganó dos ligas y quedó dos veces subcampeón. Primero se fue Moreno a México para luego regresar cuando ya Pedernera había puesto tierra de por medio. Un afamado periodista de la prestigiosa revista El Gráfico fue el que bautizó a esta línea histórica. “Jugó como una máquina el puntero”, escribía Eduardo Lorenzo Borocotó, en junio de 1942, después de que River hubiera bailado a Chacarita. Ese River marcó época, desde aquel momento el club de Núñez se ganó la fama de exquisito y distinguido, justo lo que ahora no es bajo el mando de Diego Simeone. Juan Carlos Muñoz es el único de los cinco que vive para contarlo.
 
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