INDEPENDIENTE AVELLANEDA, INDEPENDIENTE AVELLANEDA

Nottingham Forest e Independiente: cuestión de piel
Sergio Cortina · 22 Enero 2009

En ocasiones las fibras de la historia se enmarañan hasta límites tan extremos que consiguen tejer una segunda piel. Así sucedió entre dos de los clubes más emblemáticos del fútbol mundial a un lado y al otro del Atlántico: el Club Atlético Independiente de Avellaneda y el Nottingham Forest. El Rojo y los Reds firmaron un pacto de sangre para toda la vida cuando Aristides Langone, presidente por entonces de la recién nacida entidad bonaerense, decidió adoptar el colorado para las casacas del club al presenciar en vivo la apabullante exhibición en la que se convirtió la gira del Forest por Argentina. Corría el año 1905 y el rojo vestia de blanco.

Tras unos cuantos días de ocioso cricket en la cubierta del barco en que viajaban, trece precursores con vocación de apisonadora aterrizaron en Sudamérica y se colocaron el mono de trabajo. Frente a un fútbol aun en el parvulario, un Forest ya profesionalizado firmó una de las rachas más escalofriantes que se recuerdan. 6-1 a Peñarol, 5-0 a Rosario de Santa Fe, 7-0 a Belgrano, 13-1 a los Británicos (ni siquiera hubo piedad contra un equipo formado por emigrantes), 6-0 a Rosario, 5-0 ante Argentinos Juniors y un elocuente 9-1 frente a un combinado de estrellas del campeonato argento. El peor resultado cosechado por los ingleses fue un mísero 2-1. Enfrente estaba, eso si, el equipo “B” del Forest.


Entre medias, un cerebro más de los 10.000 que hirvieron de asombro futbolístico en el campo de Alumni, durante el duro correctivo al que se vio sometido el equipo local de manos de los excursionistas ingleses era el del señor Aristides Langone, como digo presidente de la entidad de Avellaneda. Desde esa misma fecha, no hubo vuelta atrás. Las inmaculadas camisetas blancas adornadas con puños azules, con las que el CAI se había identificado desde su génesis, pasaron a mejor vida. El orgullo por lo aprendido fructificó en la famosa casaca roja con los puños blancos y comenzó a forjarse una historia que late desde hace más de 100 años. Y que dure.