CAGLIARI CALCIO, CAGLIARI CALCIO

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robertomas
view post Posted on 25/5/2009, 07:41 by: robertomas




Mis momentos de la Eurocopa:

Del pie derecho de Riva y el sonido del trueno

Enrique Vaquerizo 24 de mayo de 2008

“A Gigi Riva el pie derecho no le sirve más que para subir al tranvía”, Esta sentencia pronunciada por el mítico entrenador del Cagliari Manlio Scopigno, sobre su principal figura no dejaba de ser real. Sin embargo citar sólo una parte de la verdad constituye en ocasiones la mayor de las falacias. La desgraciada extremidad derecha de Riva que sólo le bastaba utilizar el transporte público no estaba sola. Contaba con una gemela, y esa gemela su izquierda, constituyó el arma más devastadora del calcio durante toda una década. La potencia de fuego de ese pie izquierdo provocó que el periodista Gianni Brera lo apodase “el sonido del trueno”.

Cerdeña es una tierra de hombres duros y orgullosos, en la región existe una conciencia de independencia y un sentimiento de abandono por parte del estado italiano. La irrupción de Riva en el modesto equipo de la región, el Cagliari provocó que se codease con los grandes monstruos del país como la Juve, el Inter o el Milán. En Abril de 1968 ante los rumores de que desde el Milán se planteaban robarles a su ídolo, miles de personas procedentes de todos los rincones de Cerdeña acudieron a realizar una colecta para conseguir que Riva se quedase. Aquello robó el corazón de Gigi para siempre, acabaría su carrera en el Cagliari consiguiendo todo un hito como el scudetto de 1970 y cuatro galardones de capocannonieri.

Pero no adelantemos acontecimientos. Aún nos encontramos en el verano de 1968 cuando Riva es objeto de la codicia de los mejores equipos italianos y el país se prepara para acoger con ilusión la tercera edición de la Eurocopa de selecciones. El sistema de competición evolucionó contando en esta ocasión con 31 participantes que tras un sistema de liguillas y partidos de ida y vuelta accedían a una fase final formada por cuatro equipos. La anfitriona Italia, la campeona URSS, una potente selección yugoslava y la mítica Inglaterra de Bobby Charlton campeona del mundo, conformaron un cartel de auténtico lujo.

Por aquella época la selección “azzurri” conseguía refinar al máximo una compleja labor de orfebrería hecha sistema de juego que ha conformado sus señas de identidad hasta nuestros días. El embrión del catenaccio se preparaba para dar sus frutos. Junto al maquiavélico sistema aparecían jugadores de leyenda, Valentino Mazzola el para muchos mejor jugador italiano de todos los tiempos dejaba antes de su trágico accidente del “Superga” la simiente en su hijo Sandro mítico delantero del Inter de Milán. Alternando la titularidad con Mazzola, “el bambino Rivera”, el diez con más clase que jamás haya pisado San Siro. Tras la música de violines, atrás el catenaccio necesitaba líderes, y aquella selección los tenía de gran envergadura. Facchetti, el probablemente mejor lateral izquierdo defensivo de todos los tiempos y el eterno Dino Zoff en la portería. Y por encima de todos por supuesto el gran Riva un martillo pilón para las defensas hasta semifinales.

La semifinal enfrentó a la antigua U.R.R.S e Italia. De un lado Yashin, del otro Facchetti imponiendo su ley como capitán de las áreas. Cuando se enfrentan el mejor portero del mundo y un sistema defensivo que funciona con la precisión de un reloj suizo, el resultado no puede ser otro, empate a cero. Cuanto hubiese dado de sí una tanda de penaltis con las personalidades que había en aquel terreno de juego. La épica y dramatismo que pudimos contemplar hace tan sólo unos días en la final de Champions da una idea del refinado juego que constituyen los lanzamientos desde el punto de castigo. En 1968 no había lugar para esas sutilezas, lanzamiento de una moneda al aire e Italia a la gran final frente a Yugoslavia que capitaneada por Dzajic daba buena cuenta de Inglaterra.

La final dispuso de dos actos, en el primero una Italia sin Mazzola encerrada atrás empezaba perdiendo pero lograba empatar gracias a un libre directo transformado por Domenghini. Tampoco se recurrió a la prórroga sino que se disputó un segundo partido apenas dos días más tarde en el abarrotado Olímpico de Roma. Aquí aparecía la figura de Riva para abrir el marcador y ponerle el segundo en bandeja a Anastasi. El catenaccio no fallaba en su casa e Italia se enfrentaba a un periodo de dos años para conjuntar un equipo que midiese sus fuerzas con Brasil en la incomparable final del Mundial de 1970. Unos meses antes Gigi Riva, el hombre al que su pie derecho no le valía ni para tomar el tranvía, regalaba al Cagliari el único scudetto de su historia. Cerdeña entera se estremecía ante el sonido del trueno.


 
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16 replies since 5/5/2009, 16:53   2778 views
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