Cuando Inglaterra cedió ante la esvásticaPor MIGUEL ÁNGEL LARA
La esvástica ondeando en White Hart Lane en el partido entre Inglaterra y Alemania en 1935.La muerte el día anterior de la Princesa Victoria fue lo único que impidió que la esvástica sólo ondeara a media asta en White Hart Lane, el estadio londinense, deseos del destino, perteneciente al Tottenham, el equipo inglés que con el paso de los años se iba a identificar con la comunidad judía de la City.
Desde que el día 8 de octubre de 1935 The Times anunciara el amistoso entre Inglaterra y Alemania, las fuerzas judías y las de los partidos de izquierda se movilizaron hasta el punto de pedir que se prohibiera a los germanos, gobernados desde dos años antes por Adolf Hitler, pisar suelo imperial británico.
El 27 de noviembre, el Congreso de la Trade Unions se dirigió a la Secretaría de Estado para solicitar la anulación del partido esgrimiendo que las calles de Londres se iban a convertir en un teatro gratuito para que los nazis exhibieran sus símbolos, con la esvástica como estrella, lo que se podía interpretar como un guiño de Inglaterra a las ideas nacionalsocialistas.
Los partidos cercanos a la ideología nazi prepararon una calurosa recepción a la selección alemanaUna fuerte polémica se instaló en Inglaterra, donde los partidos cercanos a la ideología nazi prepararon una calurosa recepción a la selección alemana. El 2 de diciembre, desde Rotterdam, los alemanes llegaron al aeropuerto de Croydon. Allí fueron recibidos a lo grande mientras que una delegación del movimiento sindicalista se personaba en la Secretaría de Estado para insistir a Sir John Simon a que el partido no se celebrara. Mister Simon, tras dar muchas vueltas al asunto, decidió que se trataba de un iniciativa privada de la Federación y que no había motivos para que no se jugara el partido y hacer un feo a la delegación alemana.
La Federación Inglesa, a través de Sir Stanley Rous, su secretario, quiso separar por completo el deporte de la política, pero para el día del encuentro se convocó una manifestación antinazi en los aledaños del estadio. La policía londinense tuvo que idear un plan especial porque Alemania tuvo a su lado a 10.000 seguidores. Siete barcos llegados desde Hamburgo, 16 trenes especiales y la población germana que vivía en Inglaterra formaron esa cifra espectacular. A su alrededor, 50.000 ingleses para llenar por completo las gradas de White Hart Lane.
Los jugadores ingleses recibieron la orden de escuchar los dos himnos con el brazo estirado
El partido, más gris de lo esperado y ganado fácilmente por Inglaterra (3-0), se celebró sin mayores incidentes. El equipo germano escuchó su himno realizando en saludo nazi; el inglés, no. Al acabar el choque, las dos delegaciones cenaron en el hotel Victoria. En la estación con el mismo nombre se detuvo a siete personas, todas inglesas, al producirse algún incidente con los seguidores alemanes que dejaban Londres para tomar sus barcos en Dover.
Tres años más tarde, en 1938, Inglaterra devolvía la visita. Aquel partido de Berlín no quedó marcado por el 3-6 a favor de los ingleses ante una Alemania repleta de jugadores de la Austria anexionada en marzo y sí por la imagen de los británicos realizando el saludo fascista a un palco repleto de autoridades nazis, una fotografía que aún hoy ruboriza a los británicos. No estaba Hitler presidiendo, que en esas fechas (mayo) cerraba en Italia con Mussolini sus planes para engullir los Sudetes checos, pero sí Goebbels, Goering, Hess, Ribbentrop y Tschammer y Osten.
Poco antes de salir al campo, los jugadores ingleses recibieron la orden de escuchar los dos himnos con el brazo estirado, lo que provocó el delirio de los 115.000 espectadores que abarrotaban el estadio Olímpico. La decisión fue del embajador alemán en Berlín, Nevil Henderson, temeroso de molestar a Hitler, y tuvo el beneplácito de Rous, que tenía la experiencia de lo vivido dos años antes en los Juegos Olímpicos de Berlín. La orden provocó la indignación de los futbolistas, pero sobre todo una airada reacción de la prensa británica, que consideró el hecho como un acto de servilismo injustificado hacia Hitler. Un año después, la teoría del embajador inglés en Berlín de que a los nazis se les podía tener controlados a base de gestos como el del estadio Olímpico había saltado por los aires. El 3 de septiembre de 1939, a las once de la mañana, Londres declaraba la guerra a Alemania. Henderson moriría el 30 de diciembre de 1942 en la capital inglesa. A la tumba le acompaño su frase de que con trabajo y mano izquierda "Hitler acabará siendo partidario de la paz".
